ARQUITECTO CON SELLO PROPIO
El gijonés, de carácter tímido y humilde, diseñó el colegio Jovellanos y el Casino y cuenta con un envidiable catálogo de cartas del siglo XVIII. Pese a ser uno de los mayores expertos de la historia postal de Asturias, presidente del Grupo Filatélico y Numismático de Gijón y un reputado arquitecto a nivel regional, lo cierto es que José Antonio Pérez Lastra (Gijón, 1954) ha mantenido siempre un perfil más bien bajo, justificado en parte por una aparente timidez que se difumina cuando se rodea de amigos de confianza. Tomó impulso ahora, cuando el grupo que preside recibió el mes pasado la » Medalla de Oro al Mérito Filatélico» de este año a manos de la Orden Civil del Mérito Postal de España. El galardón viene a homenajear la labor que el gijonés ha ido desarrollando desde ocupar el liderazgo de la asociación el pasado 2013 y que destaca, sobre todo, por haber logrado consolidar las jornadas filatélicas de la ciudad, La cita, aunque cancelada este año por la pandemia, es valorada por coleccionistas de todo el país.
Gijonés de cuna, tras cursar el Bachiller en el colegio de La Inmaculada, del que guarda buenos recuerdos, se marchó a Valladolid para estudiar la carrera. Explica su entorno que no es muy dado a los alardes, pero lo cierto es que, tras 40 años de profesión, el arquitecto goza ahora de una trayectoria laboral envidiable. Acumula una veintena de premios otorgados y fue el responsable de construcciones muy conocidas en la región. El colegio Jovellanos, el Casino de Gijón, el centro de día de El Arbeyal, la piscina climatizada de La Morgal (Premio Asturias de Arquitectura en 1988), el centro de salud de Contrueces y el complejo deportivo de El Quirinal (Avilés) son algunos ejemplos.
Gestiona desde hace años su propio despacho de arquitectura, situado en la calle Los Moros, con la colaboración de sus dos hijos. Ambos han seguido su estela a su manera: uno es arquitecto y el otro, diseñador gráfico. No ha habido tanta suerte con la herencia filatélica. Su familia dice entre risas que la pasión por los sellos y las cartas no ha acabado de calar entre los descendientes. Amante de la historia, Pérez Lastra empezó a interesarse por el mundo de la filatelia desde niño, en parte porque a su madre le gustaba guardar sellos y se crió viendo este estilo de coleccionismo en casa. Siempre creyó que su vocación, la arquitectura, tenía muchos puntos en común con la filatelia por su vinculación histórica, así que acabó «especializándose», como filatélico, en la historia postal. Es lo que se conoce como la prefilatelia: el coleccionismo postal de la época previa a la invención de los sellos en el siglo XIX.
Explican desde el grupo filatélico gijonés que, antes, las cartas se doblaban y se señalaban con un cuño. Es el estilo postal que se conserva, por ejemplo, de la era de Jovellanos. Por entonces, el porte del envío corría a cargo del receptor, pero pronto en España comenzó a surgir la picaresca y la gente, cuando veía llegar a los caballos con sus envíos postales, se negaban a recibir la carta y, por tanto, a pagar. Así fue como se creó el sistema de sellos y se reorganizó el sistema para que el emisor corriese a cargo de los envíos. Y la mayoría de amantes de la filatelia se inclina al coleccionismo de esta época, no a la de la anterior. Para el grupo gijonés, de hecho, en todo Asturias los aficionados a la prefilatelia del nivel de Pérez Lastra deben de estar por debajo de la decena.
Pasó el confinamiento con su familia, aunque su esposa, Mar Miyares, vivió resignada el encierro viendo cómo su marido y sus dos hijos se traían las enormes carpetas de trabajo al salón de su casa y se pasaban el día en su escritorio. A nivel familiar, el arquitecto suele parecer siempre un hombre callado e introvertido, pero su entorno asegura que, en confianza, es «un ser entrañable y muy cariñoso». Es también un gran lector, amante de cualquier género y temática, y muy curioso. El gusto estético adquirido como arquitecto, además, le ha hecho desarrollar un gen artístico que se inclina, en su caso, por el estilo abstracto. Ha expuesto en varias ocasiones sus obras en galerías de Asturias y de varias provincias nacionales.
Su catálogo como coleccionista postal es inmenso -suele engrasarlo a través de subastas por internet y compras a particulares de su entorno- e incluye postales que se remontan al mismo inicio del correo en España, al siglo XVIII. Y tanto él como su grupo filatélico van haciéndose a la idea de que aficiones como la suya, por la falta de un relevo generacional de jóvenes, está condenada a morir en pocos años.